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Con la aparición de los automóviles, surge también la necesidad de estimar y reparar los daños de sus carrocerías y componentes mecánicos a consecuencia de las colisiones con otros vehículos o por responsabilidad civil, siendo los talleres de herrería los primeros en encargarse de esta labor, para posteriormente convertirse en centros especializados de laminado, pintura y mecánica. Desde entonces, la elaboración de los presupuestos económicos para efectuar las reparaciones se han basado en apreciaciones personales y subjetivas, debido a la falta de un conocimiento técnico pleno, propiciadas en parte, por los dinámicos cambios tecnológicos empleados en la construcción de los automóviles; así como, por la omisión de los aspectos financieros relacionados con el costo de los materiales, los procedimientos de mano de obra y los precios de las refacciones involucradas en las reparaciones, para poder estimar con exactitud el costo de un siniestro. Además, la práctica manual en que se efectúan los presupuestos tradicionales, nunca ha podido proporcionar ningún tipo de información adicional a las valuaciones; lo cual ha dificultado el contar con elementos para la planeación y el control de los recursos, haciendo imposible la integración de políticas y lineamientos para orientar y corregir desviaciones en la operación. Todo esto, aunado a una mayor vulnerabilidad de la misma, debida entre otras cosas, a su alto volumen y complejidad, como consecuencia de un parque vehicular asegurado cada vez mayor, así como de la creciente demanda de más y mejores servicios para los asegurados y particulares. Ante esta problemática, se vuelve indispensable la integración de herramientas operativas y administrativas de alta tecnología, que permitan controlar y fundamentar el costo de la siniestralidad; evitando con ello, daños y espirales inflacionarias en la economía, para afrontar de manera más profesional los retos que presenta la llegada del siglo XXI. |
